
La segunda pregunta más frecuente que nos hacen los clientes, justo después de «¿cuánto cuesta esta traducción?» es sin duda «¿cuánto tiempo tardáis en hacerla?». No es de extrañar, ya que en el sector de la comunicación los plazos son de suma importancia: la puntualidad en el lanzamiento de una campaña de marketing puede marcar la diferencia, mejorando significativamente a su eficacia general.
De hecho, además de producir contenido enfocado y de valor en un diseño gráfico atractivo, el tiempo es el elemento que más contribuye al éxito de una campaña, porque afecta directamente al engagement del público objetivo y a la difusión del contenido que se quiere promocionar. En otras palabras, no sólo importa el qué y el cómo, sino también el cuándo.
La táctica infalible: anticiparse
En una estrategia de marketing, la planificación de la campaña suele durar varios meses y el ritmo es muy ajustado. Tanto es así que a veces aprovechamos hasta el último momento para dar los últimos retoques al copy y enviarlo a traducir. Entonces nos encontramos con una variable que no habíamos tenido en cuenta antes: el tiempo de la traducción. Cuando el lanzamiento de la campaña es inminente, un servicio rápido se convierte en una condición importante, a la par o tal vez incluso más que la tarifa de traducción.
Esta cuestión no debe tomarse a la ligera: si es viernes y la campaña va a comenzar el lunes en varios países, los textos en los respectivos idiomas deben estar listos a toda costa. Dado que estas situaciones se dan con más frecuencia de lo que imaginamos, es esencial dejar tiempo suficiente en la planificación inicial para dar a los traductores la oportunidad de trabajar sin prisas. Claro que siempre puede haber replanteamientos y actualizaciones de última hora, pero deberían ser la excepción, no la norma.
He aquí un ejemplo de cajón que nos ocurrió hace unos años con un cliente del sector minorista. La empresa en cuestión había organizado un concurso relacionado con el lanzamiento de un nuevo producto y tenía que publicarlo en varios canales online. El texto en sí (una especie de quiz con preguntas y respuestas) no era especialmente largo, y ya había sido traducido y entregado con antelación.
Pero, por desgracia, hasta la mañana anterior al lanzamiento, no se le había ocurrido a nadie que las condiciones de uso de más de 3000 palabras también debían estar disponibles en todos los idiomas.
Siempre hemos tenido una gran relación con este cliente y le hemos dado plena disponibilidad para entregar el trabajo a la mañana siguiente. Con pequeño esfuerzo (y a cambio de un razonable sobreprecio) conseguimos terminar a tiempo, pero fue por los pelos: las pérdidas para el cliente habrían sido enormes.
El valor de referencia
Precisamente para evitar estas situaciones tan estresantes, es buena idea reservar algo de tiempo para la traducción cuando se planifica una campaña de marketing multilingüe. Pero, ¿cómo se calcula?
Podríamos pensar que depende únicamente de la longitud del texto, que suele medirse en palabras. Si así fuera, bastaría con saber cuántas palabras se traducen de media en un tiempo determinado para llegar fácilmente al resultado de la operación. En cambio, incluso antes del recuento de palabras, la velocidad de la traducción depende de quién la hace.
Si el traductor es un motor automático, el problema de la velocidad ni se plantea, porque la traducción estará lista en segundos independientemente del número de palabras. Aunque esta solución por sí sola es desaconsejable y debe reservarse sólo para casos de absoluta necesidad, hay situaciones en las que la cantidad es más importante que la calidad, por lo que no debe descartarse a priori.
De hecho, desde esta perspectiva, la posedición de traducción automática puede convertirse en un útil aliado para acortar el tiempo. No es posible dar un porcentaje exacto porque cada caso debe ser evaluado individualmente. Lejos de ser una solución milagrosa, sabemos por experiencia que los plazos pueden reducirse realisticamente en un 30%, manteniendo, con las debidas precauciones, una calidad comparable a la de una traducción humana.
Si, por el contrario, se renuncia a los atajos y se toma el camino más lento pero más seguro de la traducción propiamente dicha, la velocidad depende en gran medida de la capacidad de cada traductor. Este valor no será siempre el mismo, pero un buen punto de partida para nuestro cálculo es considerar la estimación típica de 3000 palabras al día como máximo.
Pero cuidado: este es el volumen que un traductor profesional produce de media en condiciones óptimas en 8 horas de trabajo, pero la productividad real suele ser considerablemente menor. De hecho, no hay que olvidar el tiempo necesario para la revisión y el control de calidad de la traducción, así como las actividades no productivas (por ejemplo, la lectura de materiales de referencia y directrices).
Más aún si nos dirigimos a una agencia, que tiene tiempos fisiológicos para gestionar los proyectos de traducción, o hay otros intermediarios involucrados, podemos razonablemente reducir a la mitad la productividad «nominal» de 3000 palabras traducidas por día y establecer una base de 1500 palabras entregadas en 24 horas.
Para evitar malentendidos, no estoy considerando aquí deliberadamente la posibilidad de dividir el texto entre varios traductores. Aunque esto también es algo que debe evaluarse caso por caso, creo que no es especialmente conveniente, porque parte del tiempo que se gana de esta manera se pierde de todos modos en la revisión para garantizar la uniformidad del texto y en la gestión general del proyecto.
Las otras variables a considerar
Por lo tanto, la base de 1500 palabras en 24 horas debería aplicarse a cualquier texto por debajo de ese número de palabras. Pedir una traducción para el mismo día es un riesgo porque los imprevistos siempre acechan y personalmente tiendo a desconfiar de quienes prometen este servicio exprés como si fuera una cadena de comida rápida.
Aunque es posible sobre el papel, solo es factible en el caso de una colaboración muy estrecha y si existe plena confianza entre cliente y proveedor. La regla núm. 1 es, por tanto, evitar en lo posible dejar las traducciones (aunque el texto sea muy corto) para el último día.
Además, el volumen de palabras es el factor determinante, pero no es el único, pues, al menos otros tres elementos tienen un impacto significativo en el resultado final: el número de idiomas de destino, el formato de archivo y el tipo de contenido. Por el momento, nuestro valor de referencia no lo tiene en cuenta, sino que sólo se aplica a un documento de texto, una hoja de cálculo o una presentación, de temática no técnica, para traducir a un idioma.
Todos los proyectos que se salgan de este modelo «estándar» serán inevitablemente más lentos. En efecto, muchos archivos requieren conversiones de formato para ser procesados por los programas de traducción. Incluso los documentos más comunes, como los PDF, no se prestan fácilmente a la traducción. Otra situación bastante típica son los formatos de maquetación como InDesign o Illustrator, que a menudo requieren una intervención de dtp.
Cada uno de estos pasos consume tiempo y hay que tenerlo también muy en cuenta. Del mismo modo, si la traducción se requiere en dos o más idiomas, o si el contenido es especializado, lo que requiere una preparación especial por parte del traductor, los plazos de entrega se verán afectados. Según nuestra experiencia, por ejemplo, debería contar hasta un 20% más de tiempo a partir de 6 lenguas de destino.
De este breve excurso se desprende que el cálculo no es sencillo, ya que las posibles combinaciones de todas estas variables son numerosas y las propias variables no son nada fáciles de cuantificar con exactitud.
Por eso hemos decidido ofrecer a nuestros visitantes una calculadora dedicada que, con unos pocos datos básicos, proporciona una estimación del plazo de entrega de una traducción en la que basar la planificación de las campañas de marketing y tu estrategia de comunicación en general.
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