
Digámoslo claro: para muchas startups, la traducción es la última de sus preocupaciones. Es raro que una aplicación web, especialmente si nace en Estados Unidos, incluya desde el principio funciones para la internacionalización de los contenidos generados por los usuarios.
Hablo de una «aplicación web» en lugar de un sitio web genérico, porque una aplicación web suele permitir a los usuarios la interacción y la creación de contenidos.
Una aplicación web debería garantizar la internacionalización a 3 niveles.
El primer nivel es el del front end, es decir, los textos que aparecen a quienes visitan y utilizan la aplicación web. La aplicación web puede estar disponible en uno o varios idiomas. La decisión de ofrecer más idiomas depende de la estrategia de internacionalización de la empresa que ha desarrollado la aplicación web.
Como usuario de italiano, aprecio las aplicaciones web que me permiten elegir el italiano como idioma de la interfaz. Sin embargo, como soy traductor, también sé cómo y con qué cuidado se traduce. Así que la apreciación dura solo unos segundos. Luego vuelvo a ponerlo todo en inglés. Bromas aparte, casi todas las aplicaciones web que conozco contemplan este primer nivel de internacionalización. Como mínimo, además del inglés, hay otro idioma (español, chino, ruso, francés, alemán, etc.) en función de los mercados a los que quiera llegar la empresa. Las empresas con una vocación internacional más marcada ofrecen su aplicación web en 4, 5 o incluso más idiomas.
El segundo nivel se refiere a los contenidos generados por el usuario. En sentido estricto, los contenidos generados por los usuarios son los comentarios, las reseñas, las valoraciones, las fotos (y sus pies), las publicaciones, las intervenciones en el foro, etc. En este artículo, sin embargo, me refiero a los contenidos estrictamente relacionados con la función principal del sitio, es decir:
- si la aplicación web se utiliza para crear un CV, entonces me refiero al CV
- si la aplicación web se utiliza para generar imágenes, me refiero a las imágenes
- si la aplicación web se utiliza para diseñar y publicar un sitio web, me refiero al sitio web del usuario
- si la aplicación web se utiliza para publicar un curso en línea, el curso en línea
- etc.
En estos casos, la aplicación web debe tener en cuenta que los contenidos generados por el usuario no necesariamente se crearán en el idioma de la interfaz. Por ejemplo, si estoy visitando la versión inglesa de un sitio para crear CV, es posible que quiera crear mi CV en francés, italiano o en cualquier otro idioma.
Este nivel de internacionalización también lo contempla casi siempre el desarrollador de la aplicación web. Sería contraproducente que -siguiendo con el ejemplo anterior- al crear un CV en árabe, la aplicación web no pudiera mostrar los caracteres árabes o los textos de izquierda a derecha en lugar de derecha a izquierda.
Los esfuerzos de Unicode Consortium y el empleo del estándar Unicode por parte de casi todas las aplicaciones web han contribuido en gran medida a que los sitios y las aplicaciones sean compatibles con casi cualquier idioma.
Sin entrar en los detalles de los juegos de caracteres y de sus codificaciones, un campo fascinante y complejo del que hablaré en otra ocasión, basta con decir que Unicode es el sistema que permite a todos los dispositivos (ordenadores, teléfonos, tabletas, etc.) compartir o intercambiar texto escrito en cualquier idioma (o casi).
¿Cómo lo hace? Como los ordenadores, al fin y al cabo, solo entienden de números, Unicode asigna un número único a cada carácter, independientemente de la plataforma, el programa o el idioma.
Quizás hayas oído hablar del UTF-8.
La diferencia entre Unicode y UTF-8 es la siguiente: Unicode es un conjunto de caracteres (puedes imaginarlo como una enorme tabla en la que cada carácter corresponde a un número), mientras que UTF-8 es la codificación de esta tabla, es decir, la manera en la que los números se convierten en código binario para que los entienda el ordenador.
Las notas dolorosas llegan con el tercer nivel de internacionalización, el que está vinculado a la posibilidad de convertir los contenidos generados por el usuario de un idioma a otro, es decir, la traducción del user-generated content.
La mayoría de las aplicaciones web que conozco tienen incontables funciones relacionadas con la creación de contenidos, pero su punto débil es la traducción de esos mismos contenidos.
Lo ideal sería que la aplicación web tuviera un mecanismo para:
- exportar el contenido traducible
- importar el contenido una vez traducido
- traducir automáticamente el contenido traducible
Volviendo al ejemplo del CV, ¿la aplicación web me permite traducir cómodamente al inglés el CV que he creado en italiano?
He puesto «cómodamente» en cursiva, porque la comodidad del procedimiento es el centro de la discusión.
Según mi experiencia, esto casi nunca ocurre.
Las tendencias actuales en localización de software incluyen el uso creciente de la traducción automática basada o no en inteligencia artificial, la conexión con herramientas de traducción asistida por ordenador para mejorar la eficacia de los traductores humanos y el desarrollo de soluciones integradas de internacionalización que faciliten la gestión de contenidos multilingües en aplicaciones web.
Si bien es cierto que algunas aplicaciones web permiten traducir automáticamente los contenidos conectándose a Google Translate o DeepL, es muy raro encontrar aplicaciones web que hayan pensado desde el principio en la traducción de los contenidos generados por los usuarios.
Incluso programas muy populares, como WordPress o Moodle no tienen funciones nativas para presentar sus contenidos en varios idiomas (ojo, no la interfaz, que está traducida a muchísimos idiomas).
Las razones detrás de este aparente descuido, si miramos desde cerca, pueden ser varias y todas legítimas.
En primer lugar, muchas aplicaciones web nacen en Estados Unidos y se diseñan principalmente para el amplísimo mercado nacional, por lo que la opción de hacer la aplicación multilingüe no es una prioridad estratégica.
Otro aspecto, no menor, es la complejidad de los mecanismos de exportación e importación de datos.
Cualquiera que sea el contenido generado por el usuario, en el momento en que se permite exportarlo en un formato editable (el contenido tiene que ser necesariamente editable para poder ser traducido), se corre el riesgo de que se manipule de forma incorrecta y no se pueda volver a importarlo al sistema. Por eso, muchas empresas omiten voluntariamente funciones de ese tipo en sus aplicaciones web.
Además, aunque la industria de la traducción hace tiempo que concibió al menos un estándar para el intercambio de datos entre aplicaciones, el formato XLIFF, no todos los desarrolladores conocen y utilizan dicho estándar. Crear una aplicación web siguiendo las mejores prácticas de la localización supone un esfuerzo adicional que pocas empresas están dispuestas a realizar.
Por eso, tal y como están las cosas, cuando un usuario necesita traducir el contenido que ha generado, se ve obligado a buscar artimañas y rutas alternativas. La cuestión sería poco relevante si el problema solo se produjera a nivel de usuario privado.
Sin embargo, muchas aplicaciones web también se utilizan a nivel de empresa. Muchas empresas, especialmente las familiares, prefieren utilizar herramientas inicialmente diseñadas para los consumidores finales, tanto por razones económicas como por comodidad y costumbre.
Así, es habitual encontrar folletos de empresa, presentaciones de ventas, prospectos y catálogos creados con Canva, o encuestas de clientes creadas con Surveymonkey, sitios web de empresa creados con Squarespace o Wix, diagramas y esquemas con Diagrams.net, etc.
Cuando hay que transmitir estos contenidos a un importador o a una delegación comercial en el extranjero o hay que adaptarlos a un público extranjero, ¿qué ocurre?
Tras el desconcierto inicial, cuando resulta que el contenido no se puede traducir, concurren dos posibles escenarios:
- duplicar el contenido y traducirlo dentro de la aplicación web
- exportar el contenido, traducirlo y luego introducir la traducción manualmente
➡ La solución más popular es duplicar el contenido y sobrescribir el texto con la traducción.
Sin embargo, para que esto ocurra, el usuario creador del contenido debe conocer el idioma extranjero. De lo contrario, un traductor externo debe tener acceso a la aplicación web. No obstante, no todas las aplicaciones web están diseñadas para ser multiusuario o para proyectos colaborativos, por lo que este último paso puede ser difícil o hasta imposible de realizar.
➡ Si la primera solución no es factible, la alternativa es exportar el contenido y enviarlo al traductor.
Las aplicaciones web utilizadas para crear imágenes o diseños gráficos casi siempre tienen una opción para exportar a formato PDF. Una vez descargado este PDF, se envía el archivo al traductor. A ese punto, el traductor devolverá un archivo de Word con el texto traducido, que alguien tendrá que insertar manualmente en una copia del documento original. Además del formato PDF algunas aplicaciones web, una pequeña minoría, también permiten la exportación en formatos editables. Un ejemplo es Diagrams.net, que permite guardar un diagrama en formato XML, que puede abrirse y editarse y luego importarse de nuevo a la aplicación.
Evidentemente, si la aplicación web se utiliza para crear sitios web o contenido multimedia complejo, la exportación es casi imposible y se necesitarán tácticas alternativas, como hemos explicado, por ejemplo, para Squarespace.
¿Qué conclusiones se pueden extraer de este breve análisis?
- Cualquiera que diseñe aplicaciones web debe evaluar cuidadosamente el mercado objetivo, teniendo en cuenta los 3 niveles de internacionalización descritos, si los estima funcionales para sus propósitos.
- Cualquiera que utilice una aplicación web debería comprobar antes de su uso intensivo qué funciones de traducción están disponibles, especialmente si el uso es a nivel corporativo o comercial.
- Cualquiera que tenga que traducir los contenidos generados por los usuarios de una aplicación web debe conocer el proceso más adecuado (nativo o alternativo) y proponerlo al cliente que encarga la traducción.
Si necesitas ayuda en cualquiera de estos tres escenarios, estamos a tu disposición: contacta con nosotros sin compromiso.