
Hace unos meses Qabiria cumplió diez años. En un mundo en el que todo fluye y cambia a un ritmo incesante, alcanzar un objetivo como este obliga a reflexionar, plantea algunas dudas y, sobre todo, nos obliga a reconocer públicamente la deuda contraída con todos los colaboradores que nos han permitido llegar hasta aquí.
Empecemos con estos últimos. Gracias. De todo corazón. De verdad. Os las debemos. Os las merecéis.
Desde finales de 2007, docenas (¿cientos?) de personas han contribuido en mayor o menor medida al éxito y la continuidad de nuestro proyecto empresarial. Por no caer en el sentimentalismo, y ante la imposibilidad de mencionarlos todos, me limitaré a mencionar algunos: los técnicos de los centros de asesoramiento para empresarios, algunos amigos de confianza que tienen más experiencia que nosotros en asuntos empresariales, compañeros traductores ahora emprendedores que nos han dado valiosos consejos y, especialmente, todos los lingüistas (traductores, correctores, redactores, editores), sin cuya ayuda nunca hubiéramos podido ofrecer los servicios que ofrecemos.
Y, por supuesto, muchas gracias a todos nuestros clientes, a los que han sido fieles a lo largo de los años, a aquellos con los que tratamos a diario, a los que nos envían solo unas pocas palabras al año, a los que aparecieron durante unos días en nuestro buzón y luego nunca más volvimos a ver. De todos hemos aprendido algo y solo a través de su confianza hemos podido crecer y prosperar.
Al mismo tiempo, este cumpleaños también plantea algunas preguntas. A veces me pregunto si he hecho todo lo posible por consolidar y aumentar la actividad de Qabiria. El ecosistema de las startups y los negocios online nos ha acostumbrado a empresas que van a toda prisa y que en pocos años obtienen una inversión considerable por parte de capitalistas de riesgo y son absorbidas por las multinacionales o llegan incluso a salir a bolsa.
En diez años Qabiria se ha limitado a dar sustento a mí, a Sergio y a todos los colaboradores que han intervenido periódicamente en la actividad, generando a veces algún beneficio a final del año, pero otras veces no (los balances son públicos, no hace falta ser Sherlock Holmes para averiguarlos). Hemos facturado al nivel de las pequeñas empresas del sector, pero en realidad nunca hemos querido crecer de forma desmesurada. Es eso lo que probablemente nos satisface. Todo tiene que ver con los objetivos que uno se marca y con lo que le resulta más cómodo.
En diez años hemos abordado proyectos muy diferentes, centrándonos principalmente en la traducción técnica de manuales y de material de marketing. De vez en cuando hemos elegido involucrarnos en traducciones editoriales (tengo un grato recuerdo de la serie de monografías de Taschen sobre actores famosos, de un larguísimo ensayo sobre la fertilidad y de un libro sobre el Cristóbal Colón presuntamente catalán). Hemos ayudado a otras empresas en calidad de gestores de proyectos, de seleccionadores de personal o como arquitectos de información.
En muchas ocasiones hemos encontrado formas de combinar nuestra pasión por la informática con nuestra pasión por los idiomas, creando —entre otras cosas— una barra de herramientas para el navegador, un servicio web para viajeros alérgicos, e incluso un diccionario de fobias para iPhone (no lo busques: ya no está en el mercado). Un proyecto que nos apasionó fue la digitalización del Diccionario de Combinaciones Léxicas, que fue la culminación de nuestro papel como mediadores culturales y gestores de proyectos: lideramos un equipo repartido entre Argentina, Luxemburgo, Italia y España.
Mientras hacíamos todo esto, también hemos conseguido publicar dos libros, la Guía completa de OmegaT, el primer manual dedicado a este programa de traducción asistida de código abierto y gratuito, que ha sido adoptado como libro de texto en varias universidades; y El traductor imprescindible, un pequeño libro dirigido a compañeros con menos experiencia para ayudarles a evitar que cometan los mismos errores que nosotros. Los libros han sido una eficaz herramienta para ampliar nuestra red de contactos y compartir algunos de nuestros conocimientos que nos parecían útiles para todos.
Desde el principio, de hecho, Sergio y yo remamos a contracorriente: en un sector dominado por el secretismo y el recelo por los recursos que uno tiene, siempre hemos defendido el compartir el conocimiento con los demás. Hemos contrarrestado una cierta tendencia a tomarse las cosas demasiado en serio con la autoironía que nos caracteriza (como es evidente desde la elección del nombre y el logotipo). En lugar de obsesionarnos con la precisión lingüística, que a menudo se acerca a la pedantería, siempre hemos preferido una comprensión profunda de las necesidades del cliente, teniendo bien claro que la traducción es casi siempre solo un eslabón de una cadena de valor mucho más amplia.
Los artículos presentes en este blog, los cursos, las presentaciones colgadas en nuestro canal de YouTube y la participación en eventos han sido acciones dirigidas a ofrecer este intercambio y transmisión de conocimientos que nos define. La culminación de esta filosofía fue el lanzamiento, este año, de la web DiventareTraduttori.com (de momento solo disponible en italiano), un portal que pretende contener todas las preguntas (y todas las respuestas) que se hacen quienes desean trabajar como traductores. Aprovecho para reiterar una vez más la invitación a registrarse en la web y a participar en la evaluación y creación de contenidos (si te ves capacitado para interactuar en italiano).
En conclusión: han sido diez años llenos de aventura y de curiosidad, años estimulantes, a veces agotadores, pero siempre llenos de satisfacción. Como hijo de funcionarios, jamás habría pensado que sería capaz de convertir un proyecto empresarial en realidad o que llegaría a asegurar un mínimo de continuidad de su actividad. Y sin embargo aquí estoy, junto a Sergio y decenas de valiosos colaboradores, los cuales son un fiel reflejo de los mejores rasgos que definen al sector de los servicios lingüísticos, formado por personas de mente abierta, tolerantes, diligentes y fiables. Son ellos la razón por la que dirigir Qabiria no representa ningún esfuerzo, sino más bien un compromiso agradable que espero poder asumir durante muchos años más.
Gracias.