
Continúa la serie de entrevistas con nuestros colaboradores más fieles. Es una forma de mostrar a nuestros lectores la realidad de la profesión del traductor y los otros perfiles que contribuyen a la ajetreada actividad de una agencia.
Nacida Carmen Fernández Gauchi, pero conocida por todos como Carmina, es licenciada en Traducción e Interpretación por la Universidad Jaume I de Castellón y ha obtenido un MBA por la Cámara de Comercio de Granada. Después de aprender su oficio como gestora de proyectos y directora de operaciones en una agencia de traducción y de impartir cursos de [CAT tool]](/recursos/glosario-traduccion#cat) en la Universidad de Zaragoza, decidió hacerse autónoma. Lleva más de una década traduciendo y corrigiendo textos técnicos y medioambientales de inglés, alemán e italiano a español y gestionando proyectos de localización.
Empecemos por el principio: ¿cuánto tiempo llevas traduciendo?
Este año cumplo 20 como traductora. ¡Cómo pasa el tiempo! Tuve la suerte de encontrar trabajo al poco tiempo de terminar la licenciatura, y desde entonces no he parado de evolucionar en esta profesión que escogí y que me encanta.
¿Cómo empezaste?
Supongo que como la mayoría: llevando mi currículum a las agencias de traducción que me interesaban. Tuve la suerte de que en una de ellas, aunque no tenían pensado contratar a nadie nuevo, estaban recibiendo un pico fuerte de trabajo. Entré por la puerta con mi currículum impreso en la mano y el propietario de la empresa me dijo «¿Sabes revisar? Siéntate en esa mesa, coge varias hojas de este montón que estoy revisando yo, y vemos qué eres capaz de hacer». Le gustó mi trabajo, comenzó a enviarme encargos como autónoma y, unos meses después, me ofreció incorporarme a la oficina. Allí aprendí durante 7 años gran parte de lo que sé sobre el mundo de la traducción.
¿Cuánto tiempo llevas trabajando con Qabiria?
¡Ni me acuerdo! ¿Hará unos 10 años? Si no recuerdo mal, conocí a Qabiria como colaboradores de la empresa donde yo trabajaba. Al tiempo de hacerme autónoma coincidimos en algún evento del mundo de la traducción y les dejé mi tarjeta. En algún momento comenzaron a contar conmigo y no hemos dejado de trabajar juntos hasta hoy.
¿Qué aprecias de esta colaboración?
Lo que más aprecio de Qabiria es su forma de tratarme como un miembro del equipo y no como una colaboradora externa. Raramente imponen plazos, ni precios, ni condiciones. Siempre preguntan, cuentan con mi opinión, aceptan sugerencias, se adaptan a mi agenda si pueden… No se trata de una relación cliente-proveedor de servicios al uso, sino más bien de una colaboración entre compañeros de profesión que me hace sentir que formo parte de una pequeña comunidad.
¿Y qué aspectos mejorarías?
No se me ocurre nada específico que mejorar. Lo único que siento por mi parte es no participar en los chats de grupo e interactuar menos de lo que me gustaría con el resto de los miembros del equipo. Suelo estar bastante entretenida con mi labor de traducción y, para no desconcentrarme, intento evitar canales de comunicación que no sean el teléfono y el correo electrónico, así que a veces siento que me desconecto del resto del equipo Qabiria.
**¿Cuál es el proyecto más interesante en el que has participado (con o sin Qabiria)?
He disfrutado de muchos proyectos interesantes en estos 20 años. Pero yo diría que de los más desafiantes a la vez que geniales fue cuando en la agencia donde trabajaba coordiné la traducción de los primeros libros de elBulli, el mítico restaurante de Ferràn Adrià y Juli Soler, al inglés, alemán, italiano, francés, y japonés.
Fue un proyecto con un sinfín de piezas que encajar, muchos traductores, revisores y maquetadores colaborando, un calendario de entregas estricto, un contenido mixto escrito y multimedia, y con una terminología gastronómica tan innovadora, ¡que en algunos idiomas ni siquiera existía! Ahora la cocina de vanguardia ya se ha ido democratizando, pero, ¿qué nombre le ponías a una «esferificación» en japonés en 2003?
Fue un proyecto muy exigente, con muchas horas de trabajo y alguna que otra noche sin dormir, pero de la que disfruté muchísimo (además de quedarme con un par de recetas para impresionar a mis invitados cuando organizo una cena).
¿Puedes describirnos tu jornada laboral típica?
Aunque trabaje desde casa, intento mantener un horario fijo. Me levanto, me arreglo, ordeno un poco la casa para sentirme cómoda durante el resto del día, desayuno, me preparo un té y me siento a traducir a las 9:00. Durante el trabajo sigo la técnica del Pomodoro, es decir, me concentro en una tarea durante 25 minutos, seguidos de 5 minutos de descanso para levantarme de la silla, y así a sucesivamente. A las 13:00 salgo a dar un paseo para estirar las piernas tras las horas de trabajo sentada. Al volver cocino, como, descanso un rato y vuelvo al despacho a las 15:00. Me dedico una hora más a mis clientes, y de 16:00 a 19:00 me conecto en remoto a la oficina de un cliente de Múnich para quien trabajo 3 horas al día como gestora de proyectos de localización técnica. Esta empresa me desvía su teléfono, entro en el ordenador de su oficina a través de una pasarela, y me pongo a los mandos de la gestión. A las 19:00, si la carga de trabajo lo permite, apago el ordenador y me dedico a mis hobbies: hago un poco de deporte, practico un rato con mi guitarra, continúo con alguna tarea de restauración que tenga en marcha o me escapo a la ferretería más cercana a por materiales para mi próximo bricoproyecto.
¿Cuál es actualmente el mayor reto para un profesional de la traducción como tú?
Me dedico principalmente a la traducción de textos medioambientales y técnicos, y en esta área cada vez es mayor el número de clientes que buscan reducir costes y plazos con la traducción automática. Yo entiendo la traducción automática como una herramienta, no como un sustituto del traductor profesional, así que uno de los mayores desafíos es educar al cliente en el uso inteligente de los motores de traducción para abreviar plazos y ajustar costes sin empobrecer, o incluso sacrificar, la calidad de sus textos.
«Yo creo que el destino siempre me ha sonreido, que allá por donde me ha ido llevando la vida, he disfrutado y he crecido, y así espero que siga siendo».
Además de traducir, ¿a qué dedicas tu tiempo?
Me gusta aprender y hacer las cosas más variadas: he dado clases de baile de salón, he jugado en un equipo regional de baloncesto, me he apuntado a cursos de fotografía, de costura… Pero mis dos pasatiempos principales desde hace un par de años son tocar la guitarra y restaurar mobiliario y decoración.
Hasta 2020 vivía en Múnich. Con la pandemia decidí que era mi momento de volver a casa, vivir una vida más tranquila y familiar y hacer algo que estaba deseando desde hace años: asistir a clases de solfeo y de guitarra. Aunque mi objetivo inicial era pasar un buen rato y tener una pequeña excusa para volver a la vida social, ha resultado que la guitarra es un desafío que no deja de motivarme y emocionarme. En diciembre di mi primer concierto, ¡y espero que haya muchos más!
Por otro lado, al pasar tanto tiempo en casa por culpa del coronavirus, comencé a renovar pequeñas cosas del piso antiguo que compré: pintaba una lámpara, encolaba una mesa… La idea era aplicar mi filosofía de cero residuos también a la actualización de mi casa. A base de prueba y error y de ver tutoriales en internet me he ido atreviendo con tareas cada vez más laboriosas: restauré las mecedoras de casa de mi abuela, dos mesillas de noche también de mis abuelos, un par de sillas que encontré en el desván, me construí un escritorio sencillo, renové el cuarto de la lavadora… ¡Y todavía queda mucho más por hacer! Así que creo que este pasatiempo me va a durar todavía una larga temporada.
¿Cómo ves tu futuro? ¿Seguirás traduciendo o dedicarás más tiempo a tu pasión?
En realidad, mi pasión es traducir. Siempre digo que tuve muchísima suerte de descubrir muy pronto cuál era la profesión que me gustaba y que se me daba bien, y de poder dedicarme a ella. ¡Hay quien la busca durante toda su vida! Así que me gustaría seguir traduciendo durante muchos años más. Pero al ritmo en que cambia el mundo en los últimos tiempos, ¿quién sabe lo que me deparará el futuro? Quizá en unos años sea igual de feliz organizando casas al estilo Marie Kondo (otra de mis grandes pasiones), o restaurando muebles profesionalmente, o quizá sea instructora de Zumba (también en mi lista de cosas por hacer)… Yo creo que el destino siempre me ha sonreido, que allá por donde me ha ido llevando la vida, he disfrutado y he crecido, y así espero que siga siendo.
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